viernes, 12 de julio de 2013

El pan de cada día


Con mis amigos de la universidad tenemos un regalo grupal, donde se cumplen todos nuestros deseos. Para mi cumpleaños del año pasado, el regalo que me dieron fue una maquina para hacer pan, envuelta en papel blanco llego la maquina. 

Seguramente piensan que es muy fácil hacer pan en maquina y es cierto, porque no hay que estar amasando ni preocupándose del horno. Lo que se vuelve un poco más difícil es darle al clavo con los ingredientes, su combinación y si quiero cambiar las recetas tengo que equilibrar las medidas. 

Al final decidí montar un negocio de pan, que vendo a veces (falta un ingeniero comercial que me ayude con un plan de negocios). El tema es que me encanta hacer pan. Todos los viernes cambio mi delantal de profesora por uno de cocinera y voy mezclando ingredientes, probando recetas nuevas y comiendo. 

Por eso hoy día que hice un pan de aceitunas y otro de tomate y orégano, me acordé de cuando debía hacer pan sin la maquina. Dejo la receta.

Pan blanco y base para mezclar con muchos ingredientes (orégano, aceitunas, tomate, cebolla)

- 270 ml de agua tibia
- 380 gr de Harina sin polvo
- 1 y 1/2 cucharada de levadura
- 1y 1/2 cucharada de azúcar
- 1 cucharadita de sal

Lo primero que hago es mezclar con muy poca agua la levadura y el azúcar, y espero a que aumente su tamaño.
Luego pongo el agua tibia en un bol y agrego la harina de a poco, amasando un poco, le voy echando también la levadura y la cucharadita de sal. Amaso por 10 minutos (sirve para sacar músculos). Si la mezcla está muy líquida agrego un poco más de harina. Luego en una lata de queque alargada pongo la masa y la tapo con papel alusa plastic por 1 hora y media para que suba más o menos un 50% de su tamaño anterior. Tiene que quedar en un lugar templado.

El horno se prende al máximo y cuando se mete el pan se baja a temperatura media (180°). En el horno debe estar entre 30 y 45 minutos, hay que ir mirando que se arme la costra.

Es mucho más difícil que la máquina, pero igual de rico!



lunes, 8 de julio de 2013

De vuelta y revolucionaria



Hace un par de semanas leí un artículo de Mikel Lopez Iturriaga, el comidista, para elpaís.com acerca de la revolución silenciosa que estaba haciendo desde mi cocina. Si, porque según el autor, el solo hecho de cocinarle a la gente que quiero es un acto revolucionario.Yo que pensaba que mis épocas de revolución se habían acabado junto con la universidad, me entusiasmé tanto con la idea.

La verdad es que cocinar creo es el acto más sensato que uno puede tener para demostrar cariño y afecto a las personas que queremos. Por eso me acordé de todas las veces que había cocinado. Recuerdo mi primer queque cuando mi abuela me regalo el libro de cocina "aprendiendo a cocinar". También me acuerdo de cuando cocinábamos con mi hermano comidas románticas a mis papás. Hacíamos canapés de pan de molde con mayonesa. Recuerdo el desastre que fue la primera vez que le hice una salsa de tomates a un niño que me gustaba a los 14 años (tenía gusto a tomate quemado). Me acuerdo la vez que un tipo que claramente estaba coqueteando conmigo me preguntó cuales eran mis aliños favoritos y yo caí rendida,  fue la mejor forma de conquistarme. Me acuerdo de las primeras veces que hice pizza, de como después por pena no pude hacerla durante casi un año. De cómo mi mamá insistía en que a los hombres se los conquista por el estómago y yo me daba cuenta que no bastaba con eso cuando noté que Diego se arrancaba habiéndole yo cocinado mis mejores platos.

Hace un tiempo entre en razón, llevo años tapando un oficio porque lo encontraba doméstico, machista y poco revolucionario, incluso a veces de élite. Pero lo que pienso ahora, es que es todo lo contrario. Es un acto noble, donde todos los días me siento más humana porque estoy realizando una actividad que data de una antigüedad incalculable. Porque paro a pensar un poco y salgo de lo rápido que pasa todo hoy día. Porque también me niego a comer en el McDonald o una sopa en sobre (no es que nunca lo haya hecho) y me dedico a inventar recetas con los ingredientes comprados en la feria. Pero me siento más humana porque es algo que me gusta compartir y porque me recuerda lo intuitiva que soy. 

Le regalo comida a la gente que quiero para sus celebraciones, hago pan todos los fines de semana, gasto lo que no tengo en comprar libros de cocina nuevos, veo películas que tengan que ver con cocina, entre tantas cosas. Amo a Julia Child, a Jamie Oliver y a Nigella (si sufrí cuando supe que su marido la había agredido en público). Si no cocino siento que me falta algo, sueño con tener un restaurant y moría de ganas de escribir en el blog de nuevo.

Así que estoy de vuelta llena de ideas y recetas.

Tere