Hace un par de semanas leí un artículo de Mikel Lopez Iturriaga, el
comidista, para elpaís.com acerca de la revolución silenciosa que estaba
haciendo desde mi cocina. Si, porque según el autor, el solo hecho de cocinarle
a la gente que quiero es un acto revolucionario.Yo que pensaba que mis épocas
de revolución se habían acabado junto con la universidad, me entusiasmé tanto
con la idea.
La verdad es que cocinar creo es el acto más sensato que uno puede tener
para demostrar cariño y afecto a las personas que queremos. Por eso me acordé
de todas las veces que había cocinado. Recuerdo mi primer queque cuando mi
abuela me regalo el libro de cocina "aprendiendo a cocinar". También
me acuerdo de cuando cocinábamos con mi hermano comidas románticas a mis papás.
Hacíamos canapés de pan de molde con mayonesa. Recuerdo el desastre que fue la
primera vez que le hice una salsa de tomates a un niño que me gustaba a los 14
años (tenía gusto a tomate quemado). Me acuerdo la vez que un tipo que
claramente estaba coqueteando conmigo me preguntó cuales eran mis aliños
favoritos y yo caí rendida, fue la mejor forma de conquistarme. Me
acuerdo de las primeras veces que hice pizza, de como después por pena no pude
hacerla durante casi un año. De cómo mi mamá insistía en que a los hombres se
los conquista por el estómago y yo me daba cuenta que no bastaba con eso cuando
noté que Diego se arrancaba habiéndole yo cocinado mis mejores platos.
Hace un tiempo entre en razón, llevo años tapando un oficio porque
lo encontraba doméstico, machista y poco revolucionario, incluso a veces de
élite. Pero lo que pienso ahora, es que es todo lo contrario. Es un acto noble,
donde todos los días me siento más humana porque estoy realizando una actividad
que data de una antigüedad incalculable. Porque paro a pensar un poco y salgo
de lo rápido que pasa todo hoy día. Porque también me niego a comer en el
McDonald o una sopa en sobre (no es que nunca lo haya hecho) y me dedico a
inventar recetas con los ingredientes comprados en la feria. Pero me siento más
humana porque es algo que me gusta compartir y porque me recuerda lo intuitiva
que soy.
Le regalo comida a la gente que quiero para sus celebraciones, hago pan
todos los fines de semana, gasto lo que no tengo en comprar libros de cocina
nuevos, veo películas que tengan que ver con cocina, entre tantas cosas. Amo a
Julia Child, a Jamie Oliver y a Nigella (si sufrí cuando supe que su marido la
había agredido en público). Si no cocino siento que me falta algo, sueño con
tener un restaurant y moría de ganas de escribir en el blog de nuevo.
Así que estoy de vuelta llena de ideas y recetas.
Tere
Hace un par de semanas leí un artículo de Mikel Lopez Iturriaga, el
comidista, para elpaís.com acerca de la revolución silenciosa que estaba
haciendo desde mi cocina. Si, porque según el autor, el solo hecho de cocinarle
a la gente que quiero es un acto revolucionario.Yo que pensaba que mis épocas
de revolución se habían acabado junto con la universidad, me entusiasmé tanto
con la idea.
La verdad es que cocinar creo es el acto más sensato que uno puede tener
para demostrar cariño y afecto a las personas que queremos. Por eso me acordé
de todas las veces que había cocinado. Recuerdo mi primer queque cuando mi
abuela me regalo el libro de cocina "aprendiendo a cocinar". También
me acuerdo de cuando cocinábamos con mi hermano comidas románticas a mis papás.
Hacíamos canapés de pan de molde con mayonesa. Recuerdo el desastre que fue la
primera vez que le hice una salsa de tomates a un niño que me gustaba a los 14
años (tenía gusto a tomate quemado). Me acuerdo la vez que un tipo que
claramente estaba coqueteando conmigo me preguntó cuales eran mis aliños
favoritos y yo caí rendida, fue la mejor forma de conquistarme. Me
acuerdo de las primeras veces que hice pizza, de como después por pena no pude
hacerla durante casi un año. De cómo mi mamá insistía en que a los hombres se
los conquista por el estómago y yo me daba cuenta que no bastaba con eso cuando
noté que Diego se arrancaba habiéndole yo cocinado mis mejores platos.
Hace un tiempo entre en razón, llevo años tapando un oficio porque
lo encontraba doméstico, machista y poco revolucionario, incluso a veces de
élite. Pero lo que pienso ahora, es que es todo lo contrario. Es un acto noble,
donde todos los días me siento más humana porque estoy realizando una actividad
que data de una antigüedad incalculable. Porque paro a pensar un poco y salgo
de lo rápido que pasa todo hoy día. Porque también me niego a comer en el
McDonald o una sopa en sobre (no es que nunca lo haya hecho) y me dedico a
inventar recetas con los ingredientes comprados en la feria. Pero me siento más
humana porque es algo que me gusta compartir y porque me recuerda lo intuitiva
que soy.
Le regalo comida a la gente que quiero para sus celebraciones, hago pan
todos los fines de semana, gasto lo que no tengo en comprar libros de cocina
nuevos, veo películas que tengan que ver con cocina, entre tantas cosas. Amo a
Julia Child, a Jamie Oliver y a Nigella (si sufrí cuando supe que su marido la
había agredido en público). Si no cocino siento que me falta algo, sueño con
tener un restaurant y moría de ganas de escribir en el blog de nuevo.
Así que estoy de vuelta llena de ideas y recetas.
Tere
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