viernes, 14 de septiembre de 2012

Nos vamos de vacaciones!

 
 
El blog estará cerrado hasta el 25 de septiembre, porque Pata y yo nos vamos de viaje. A la vuelta nuevas secciones, anécdotas y datos de estas trotamundos. Mientras tanto algunas sorpresas!!!


jueves, 13 de septiembre de 2012

Cómo me engañó la primavera, La Cocinería por Tere



El día en que amanecí en primavera –porque yo ilusa juraba que el 1 de septiembre era sinónimo de empezó el calors– me puse un vestido corto, pierna al descubierto, pelo recién lavado al viento y calzado veraniego.

Todo para el gran evento con mis amigas del trabajo, mi jefa y la alemana, una ingeniero comercial que vino a gestar un plan de desarrollo profesional para nuestros queridos profesionales de la oficina. Con la Gabi, mi jefa, la adoptamos y la sacamos a pasear cada cierto tiempo. Como las tres vivimos muy cerca, la llevamos a conocer barrios nuevos y a comer principalmente.

El sábado primaveral, en que yo caí en la tentación veraniega, fuimos a Alonso de Córdova con Vitacura. Ahí hay un pequeño restaurant que me encanta, La Cocinería. La decoración te transporta a la tranquilidad. Estilo provenzal, bien afrancesado y campestre.


agua y sol en la terraza!
Había ido antes con mi hermano, pero esta vez fue maravilloso porque el día nos acompañaba. Teníamos reserva en la terraza y llegamos a la hora. Pedimos unos pisco sour para celebrar nuestra reunión y un agua mineral. La alemana me acostumbró a pedir agua mineral sin gas independiente de lo que esté tomando, es como el básico de la comida, igual que el  little black dress de la moda.


Después de los pisco sour (que fueron bastante promedio) pedimos nuestro plato. Mis acompañantes pidieron un pastel de choclo hecho con carne mechada y un chupe de jaiva con camarones.Yo me las di de light y pedí una ensalada de mousse de cilantro con quínoa atomatada, queso fresco, tomate y palta.

Nunca he sido muy paciente (ya sé que debo cambiar esto porque el próximo año estaré haciendo clases a niños que claramente serán un reto para este defecto), pero esta vez no me importó esperar y fue largo el tiempo porque a la amable garzona que nos atendió se le olvidó que habíamos pedido, y tuvo que llegar 20 minutos después a reconocer esto frente a nuestra mesa. Yo pensé que la más afectada por esta situación sería la alemana, pero finalmente lo tomamos con humor y no nos dimos cuenta cuándo llegaron nuestros alimentos. Además, no había apuro.

Todo me gustó, pero si tuviera que darles medalla, la de oro se la lleva el pastel; textura suave, la carne en cocción en su punto, sabroso pino, casi perfecto porque le faltaba un poco de sal. La de plata, para el chupe, con bastante carne de jaiba, sobrada de cariño de camarones y poco relleno de pan. Mi ensalada se llevó una de bronce, casi pensando en no darle presea, porque me desilusionó el mousse. Yo me imaginaba una especie de flan formado, pero me llegó una ensalada de quínoa con un pasta de tomate, queso fresco, tomate y palta, todo muy bien presentado, con una salsa de cilantro encima. Le pregunté al mozo dónde estaba el mousse y me dijo que era esa salsa de cilantro que tenía encima. No tenía mal gusto, pero el plato dejó mucho que desear. Porque lo que yo esperaba de un mousse era algo bien distinto y no una salsa de cilantro con crema.



El pastel de oro
Finalmente no quisimos pedir postre para tomar un helado posteriormente, nos trajeron la cuenta y de regalo, por la espera, una gallinita de manjar blanco casero que aún no me como. Como estábamos cerca del Bicentenario, aprovechamos el sol para ir a pasear y también vitrinear en el camino.

Todo este adelanto primaveral me llevó a estar una semana en cama con amigdalitis aguda. Moraleja, la primavera llega cuando debe y eso es el 21 de septiembre.

Where? Av. Vitacura 3708, Vitacura. Teléfono (56 2) 933 5623

When? lunes a sábado, día y noche
How much? $11 mil por persona con propina incluida.

martes, 11 de septiembre de 2012

¿Por qué odio la piscola? por Pata

Los que me conocen jamás me verán con un vaso de piscola en la mano. Yo sé que para todo joven, y adulto-joven (grupo etario al que pertenezco desde este martes), y para harto adulto-adulto es un básico del carrete nacional (lo que me recuerda que es muy probable que desplace a la chilenísima chicha, en el ranking de lo más tomado durante este “18” eterno que disfrutaré en tierras extranjeras). Sin embargo, yo la odio.

Su sabor, y no una mala racha en una juerga piscolera, es lo que nunca he podido aprender a degustar. Y a diferencia del pisco sour –que ese sí que es un básico en mi lista de tragos– no puedo ni con medio vaso de ese elixir que transforma hasta al más bruto en un pequeño ser. No hay forma de que termine tomándola. Mmmm, bueno, sólo hay una.


El elixir de los chilenos
A veces rompo mis reglas etílicas y permito que ese líquido color tecito puro –cargado o simple dependiendo de mi rudeza esa noche– entre por mi garganta. Y eso sólo sucede on the dance floor, bailando con algún guapito en pleno plan de flirteo. Si el guapito baila bien, o hace el intento, y además me ponen reggaetón (de preferencia el Big Boss o el “Dúo de la historia”), es otra historia. 

Me entrego por completo a la clásica danza: coquetea-coqueteo-toma piscola-dame de tu vaso aunque odie este copete-seguimos bailando-hago que me encanta esta bebida.
Y a pesar de amnesia temporal, la memoria la recupero pronto porque siempre que me veo envuelta en el bailoteo piscolero siempre salgo con heridas de guerra.


Gritos, pérdida de atuendos, guapitos en fuga, o lesiones patelo-femorales (citando el término correcto) tras un hasta abajo, son algunas de las cicatrices que quedan de mis ganas de hacerme la joven chilena y tomarme una piscola.

martes, 4 de septiembre de 2012

Cuando la comida se enoja conmigo por Pata

Nota al lector: Soy yo la del problema y no significa que la comida que probemos aquí cause estos estragos.

Enferma o no, son deliciosas!
Siempre se me olvida, pero tenía que terminar en la clínica para acordarme que siempre tendré una guata débil y traicionera. Y que no importa que sea lo que coma o deje de comer, porque puede que se una inocente rebanada de pan termine conmigo tirada en la cama a merced de mi salvador: Viadil.
Ayer fui un día de aquellos –como dice Shakira (en una canción que nada tiene que ver con la comida, pero me sirve la cita). La noche del domingo ya había sufrido las consecuencias de una exquisita comida peruana, que evidentemente sólo a mí me afectó y no al resto de las cinco personas que la disfrutaron conmigo. Sin embargo, el dolor y  las molestias habían bajado durante la tarde de ayer. Pero me ilusioné.
Claramente todo se volvió terrible mientras veía como el patético de Monito le pedía como desesperado matrimonio a la pava de la Cristina. Tal vez fue eso lo que terminó conmigo en la clínica, recibiendo suero y buscapina en una vía inyectada en mi bracito, mientras buscaba algo de esperanza en el doctor. Quien obviamente creyó que era una escolar –o una veinteañera completamente inmadura– gracias a mi poco adulto pijama rosado con ositos y un arcoíris (no tuve tiempo de vestirme mejor, pero por supuesto me puse brillo labial).
Puros deja vu de la historia de mi vida: El año pasado también terminé en las mismas por culpa de unos pedazos de carne y un poco de vino. Y cómo olvidar aquel evento completamente trágame tierra cuando salía por primera vez con la familia de un ex, y fui la única intoxicada por culpa de una, sí una sola, macha a la parmesana (que jamás había probado en mi vida). Lo que obligó a que se suspendieran las vacaciones pre-Año Nuevo y regresáramos a Santiago. Si me agravaba más, morir en el litoral no sería lo mejor para mi potencial familia política que se vería demandada por la mía.
En fin. Jamás ha pasado a mayores. Pero sí he desfilado por todos los doctores que pueden existir. A los que por supuesto no creo nada, ya que mientras unos acusan a mi constante estrés de afectar a mi colon; otros, acusan a la leche de mis desajustes. Cosa imposible, porque si no estaría muerta de tanto tomar yogurt con cereales o cualquiera de sus derivados.
El problema es que cada vez que pasa mucho tiempo sin enfermar, yo creo que he evolucionado y que por fin soy digna de ser una cita normal, confío en mi buena estrella y me entrego a los placeres culinarios. Placer que se me olvida rapidito y me tiene prometiéndome “nunca más”, acostada en una camilla, recibiendo un cóctel de remedios a la vena. 
Así que ahora a puros fideitos blancos y galletas de agua, hasta que vuelva a creer en mi guata mal portada.

lunes, 3 de septiembre de 2012

“¡¿Qué no come carne?!” por Pata


Siempre que digo que no como carne me preguntan si lo hago por una creencia especial, si me dan pena las vacas o algún derivado. Y yo digo: “No. No me gusta la carne”. 
Respuesta acompañada con caras de horror de mis interlocutores. Reacción que me hace recordar a la tía Voula que puso la misma cara de tragedia cuando supo que el prometido no-griego de su sobrina Toula era vegetariano.
“Da igual, da igual. Haré cordero”, resuelve la tía, salvando a Ian del inframundo helénico de la familia griega-norteamerica Portokalos, cuyos únicos objetivos son: cocinar y hacer bebés griegos
Los días de estos inmigrantes se pasan entre el restaurant y la cocina de la casa, donde la matriarca, María, está el día entero preparando exquisitas recetas  para todo momento: para el almuerzo, para después de almuerzo, para la pena, la alegría y sobre todo, para tener la boca ocupada con algo y así evitar hablar de temas conflictivos (como el romance de la hija solterona con el súper gringo profesor).
Athina, la hermana mayor de Toula, cumple a la perfección con las tradiciones de la familia: se la pasa teniendo hijos y preparando diples.
Nico, el menor de los Portokalos, está libre de la presión marital, ya que siendo hombre nunca se le pasará el tren.
Pero la pobre Toula, sufre como hermana del medio. Nunca ha sido inteligente como Athina, ni la favorita de su padre como Nico. Y es Costas, su propio padre que le hace ver que luce vieja y que es tiempo de ir pensando en casarse. Sino, la vida en el restaurant Dancig Zorba y al cuidado de sus padres serán su futuro.
Y que tu propio padre te diga que está preocupado por tu soltería crónica es crítico. Y es lo que hace que Toula, quien siempre ha querido desarrollarse profesionalmente lejos de las ollas y las sartenes familiares, tome una decisión radical: ponerse a estudiar fuera de los dominios de los Portokalos.
Decisión que le cambiará la vida y que le permitirá conocer a Ian Miller, un profesor de secundaria, que la ama tal como es y que está dispuesto a ganarse a su conservadora familia. Sin embargo no será fácil. El guapito (el mismo maravilloso y delicioso Adan, el novio bueno de Carrie Bradsahaw en Sex & the city) es xeno (extranjero) y no será bien recibido ya que el plan por generaciones ha sido: griegos con griegos, y no griegos con no griegos.
Bautizos ortodoxos, ouzos y festines culinarios, serán las pruebas que Ian y su familia (“una tostada seca sin mermelada”), tendrán que pasar para ser aceptados en el pequeño Olimpos de los suburbios de Chicago
.
Lo que me gusta de esta comedia, es que además de darnos la esperanza de que llegue un guapito decente, capaz de luchar por nuestro amor –seamos griegas o no griegas, ni tan flacas ni tan brillantes–, nos entrega esa visión del valor de la familia en nuestras decisiones. Y lo importante que es contar con esos lazos, pero también lo importante de cortar con los mismos cuando los sueños particulares se ven truncados por una tradición que no nos deja ser libres (gracias al cielo que mi mamá hace gala de sus raíces griegas en los bailes y en lo gritona, y no en la obligación hacia su primogénita de tener que casarla o enseñarle a cocinar. Porque ni lo uno ni lo otro se ve muy posible).    

Mi Gran Casamiento Griego (2002), Joel Zwixk   
Una buena película para una tarde de domingo

"Take a Wok", o cómo rehabilité mi corazón por Tere


Cuando sufrí por amor -sí lo hice alguna vez en mi vida- me fui de viaje por las Europas. Además de llorar en los trenes, morirme de frío y no mirar a todos los buenos mozos hombres que se me acercaron, comí. Sí, comí a tal punto que subí 6 kilos, pero me hizo muy feliz.
Entre tren, llanto y frío, paré en Berlín. 
Un día llegando al metro en Alexander Platz  (la plaza principal de la Alemania Oriental), encontré un sucucho que vendía comida oriental donde se comía con palitos.
La comida: fideos de distintas variedades + distintas combinaciones de carne, pollo, verduras o tofu, por pocos euros. Me hice adicta, tanto que llegué a comerlo los 7 días que estuve en esa ciudad. Lo bueno es que era para llevar, entonces me sentaba en la plaza y miraba a la gente pasar.
Cuatro años después, en Chile, un día que fui a mi mall favorito, del que ya les he hablado, encontré Take a Wok. Un lugar que me recordó mis días de furia en la ciudad más cosmopolita que he visitado en mi vida.
Take a Wok es un restaurant de comida rápida, pero sana. ¿Extraño o no? Pero no lo es tanto. Tienen un sistema bastante especial donde uno puede ver cómo los cocineros hacen los wok mientras se espera por su plato. Además, tienen distintas opciones de menú para elegir. Primero se elige un carbohidrato, luego una proteína, 1,2 ó 3 verduras y una salsa.
La primera vez que fui pedí unos fideos de arroz + camarones + 2 verduras a elección y una salsa tai de coco. Todo eso por $4000. La verdad es que la comida estaba muy buena y Rosarito, mi hermana chica se volvió tan fanática que fue todos los días en ese fin de semana. 
El servicio fue muy rápido y el diseño de los envases y el lugar eran muy llamativos.
Me encantó tanto que volví a ir una vez que fui al cine. Salí muy tarde y aunque estaban por cerrar, me atendieron igual. Lo recomiendo mucho y espero puedan instalarse en otra parte para poder pasar a comprar y luego comer al aire libre como en Berlín.

Where? Av. Andrés Bello 2447, Providencia
When? 11:30-23:30 hrs.
How much? $5000 con bebida



Nos gusta septiembre por Tere


Mirando los estados de Facebook y Twitter de la mayoría de mis amistades (incluyendo el de mi amiga Pata), me di cuenta que a todos nos gusta septiembre. Será por el feriado del 18, la mejora del clima, los días más largos, y por supuesto el apronte de la primavera.

La cosa es que todos se vuelven más felices.
A mí me gusta septiembre porque hay excusas para comer carne y pebre a destajos,  sin culpa porque estamos celebrando. Empiezan a aparecer frutas y verduras con sabor de verdad y no con gusto a congelador. Sobre todo los tomates, tan necesarios para hacer la receta del pebre de Margarita,quien cuidaba la casa de Chanco (en otra oportunidad les contare acerca de esos “18”)
En honor a Javi Q, mi compañera en todas las andanzas voy develar el secreto. Todos creen que hacer pebre es muy fácil, pero tiene su ciencia.

Nada mejor que su buen pancito con pebre!
Ahora, los ingredientes::
4 tomates rojos (no tan maduros)
2 cebollas grandes
Un manojo de cilantro
3 Ajíes verde
Aceite
Vinagre
Sal
Limón

Pican la cebolla muy fina y la amortiguan en agua hirviendo con sal por media hora. Luego la lavan y la estrujan para quitar el exceso de agua. Mientras tanto, pican dos tomates con cáscara en cubos pequeños. Además rallan dos tomates pelados. Esto lo mezclan con la cebolla, agregan el cilantro picado bien fino y el ají en cubitos muy pequeños. Aliñan con aceite de maravilla, sal, vinagre (cualquiera menos balsámico) y limón.

El pebre tiene que fermentar. Así que lo ideal es hacerlo la noche anterior a servirlo, o en la mañana para comerlo en la noche. La gracia es que el tomate rallado le de una consistencia que permita que los ingredientes se peguen mas. 

La próxima semana nos juntaremos entre amigas a adelantar las Fiestas Patrias y a festejar el inicio de este delicioso blog.