domingo, 28 de octubre de 2012

Las 10 cosas que amo de "10 cosas que odio de ti" (o cómo marcó mi vida adolescente) por Pata


Nota: En ninguna parte de esta película existe el ítem comida, pero pueden verla deleitando un rico pita con palta, champiñones salteados por mí –sí, por mí–, jamón y un té verde, tal como lo hice con mi amiga Coni el otro día que me invitó a conocer su plasma nuevo.

Si hay un buen recuerdo que tengo de mis tiempos escolares, es esa vez  que nos llevaron (a los dos séptimos, el A y el B) al auditorio del colegio a ver una película para rellenar la hora de clases que no tendríamos.
  
La película: “10 things I hate about you”. Un título que no prometía nada, y una carátula que sólo hacía pensar en otra-tonta-película-gringa-sobre-adolescentes-perdidos-y-sin-valores. Mas!!!! Erré en mi prejuicio.

Además de no encontrarla para nada estúpida (exceptuando los típicos elementos de la idiosincrasia juvenil yankee), cuando se apagó la tele gigante (inversión de las monjas para el Mundial del 98’) algo en nosotras había cambiado. No sé qué fue, pero supongo que Shakespeare sí que sabe. Porque su historia de amores imposibles, apuestas y desengaños,  adaptada a un género de comedia juvenil, funciona al transmitir lo inefable y mágico de las relaciones. Sea en la Padua del siglo XVI o en los pasillos de una secundaria norteamericana en los inicios del 2000.

Ahora, una generación completa después, esbozo una gran sonrisa cuando alguien me la recuerda. El sólo hecho de imaginar al delicioso Heath Ledger (Q.E.P.D.) burlando a la autoridad de Padua High School para entonar Can’t take my eyes off of you me derrite (así como a mi amiga Coni quien jamás había visto este clásico que es un must a los 13 años, e incluso a los 25).

Y me da una rabia haber ido en un colegio sin Heath Ledgers. Y los Ledgers que existían no tenían esa sensibilidad artística-romántica propia de las comedias de amor (ni de ningún otro tipo).

 Pero como la primavera, y la reciente compra a mi dealer de películas de esta maravillosa cinta, me tienen feliz y sin odios, ahora les ofrezco mi propia lista de las 10 razones por la que la amo:

1. Amo su banda sonora, sobre todo My Reputation de Joan Jett (música incidental de la serie de culto Freaks& Geeks. Sí, donde aparecía un joven James Franco).
2. Amo a Patrick Verona (sobre todo en su memorable escena muscial) y su personaje rudo-tierno que me hace creer (cada vez que la veo) en que existen guapitos no nerds, sensibles (pero no pegados como lapa) y con una espalda maravillosa como la de Ledger.
3. Amo haberme creído niño malo como Kat Stratford (exceptuando su escena de topless, recurso al cual aún no he tenido que echar mano), llegando a usar pantalones extremadamente sueltos, un peto bien apretado y el pelo escondido en un jockey a lo Muñeca Brava (que supongo que mantenía alejados a los guapitos) ¡NUNCA MÁS!
4. Amo los ojos del pequeño ser de Cameron (Joseph Gordon-Levitt) que sólo aprendió francés para conquistar a la girly girl de Bianca (Larissa Oleynik). El prototipo de mujer de la cual se enamoraban todos a los 15, y que aún se siguen enamorando sabiendo que son unas arpías.
5. Amo que esté basada en un clásico de Shakespeare (La Fierecilla Domada) al igual que la gran teleserie La Fiera.
6. Amo que la ruda de Kat (Julia Stiles) lea un poema para Verona que no rima en lo más mínimo en frente de toda la clase (Eso sí que es jugado).

7. Amo que Patrick le regale una guitarra eléctrica en vez de un anillo, a modo de reconciliación (yo caería con eso). A mí me regalaron una para mi titulación. Si sirve como comparación.
 8. Amo que sea una película que no pretenda nada más que hacerme sentir de 15 nuevamente.
9. Amo poder ver esta película mil veces seguidas sin aburrirme y hacerme feliz, así nada más.
10. Y por sobre todo amo el diálogo final:

 Patrick: Bonita, no. 
Kat: Una Fender Strat. ¿Es para mí?
Patrick: Sí. Creo que la podrás usar cuando 
empieces tu banda. 
Patrick: Tenía algo de dinero extra. Un idiota me pagó para
que saliera con una chica estupenda... 
Kat: ¿Es eso cierto? 
Patrick: Sí, pero lo estropeé todo.
Me enamoré de ella. 
Kat: ¿En serio? 
Patrick: Además, no todos los días encuentras una chica
que muestra sus pechos para salvarte del castigo. 
Kat: No puedes comprarme una guitarra
cada vez que lo estropeas, sabes. 
Patrick: Lo sé... 
Patrick: Pero todavía queda la batería,
el bajo y hasta una pandereta. 

Bonus track: Por supuesto mi escena favorita:

 “10 things I hate about you” (1999), Gil Junger
Elenco:
Heath Ledger
Julia Stiles
Joseph Gordon-Levitt
Larissa Oleynik

PD. Mientras edito esta columna, la veo de fondo para inspirarme.

viernes, 26 de octubre de 2012

Marijo y los cambios por Tere

Aclaración: El Tai, a veces amigo mio, me dijo que mis datos eran muy burgueses, por lo que de aquí en adelante daré datos de picadas del centro.

Hace dos años salí con un protoabogado, bien buenmozo y que andaba terneado (me gusta esa palabra aunque sea poco elegante). Yo aún era universitaria, tenía todo el tiempo del mundo, y él era estudiante y procurador, por lo que había que hacer magia para vernos.

El delicioso plato de mi amigo Víctor.
Solíamos ir a almorzar al “Marijo”, que no estaba en Miraflores como hoy en día, sino en la pequeña calle Máximo Humbser, muy cerca al nuevo local. La comida era sencilla, sabrosa y de escala pequeña. Siempre tenían un plato vegetariano y bien elaborado. El local era chico y atendido por sus dueños. Hoy las cosas son distintas, ampliaron la escala. Tienen muchos comensales, se demoran en atender y no tanto en traer la comida. Hay un montón de mesas y garzones.

Hace unas tres semanas (un martes de crisis, porque el lunes veo el remplazante y sólo pienso en lo que se me viene el próximo año haciendo clases) fuimos con la Gabi -de la que ya le he hablado- y Víctor, mi nuevo mejor amigo del trabajo. El tema de conversación, por supuesto era ambiente escolar, aprendizaje, vulnerabilidad (mi palabra preferida) y la clásica pregunta ¿la realidad es como la serie?

Mientras yo preguntaba todo esto, pedíamos la comida. La carta la encontré bastante enredada; hay como cinco tipos de menú dependiendo del precio y de la calidad de la comida. Ese día pedí pastel de choclo, plato único a $3000; Víctor, carne con papas fritas(venía con ensalada, jugo natural de piña azucarado y postre). Todo por $3000. Y la Gabi pidió el menú del día ($2200).Un acierto, budín de atún con puré y con los agregados antes mencionados.

Los platos llegaron rápido. Todo perfecto hasta que probé mi pastel: estaba frío,  el pollo crudo y la pastelera fría. Le faltaba horno. Como últimamente no ando tan mañosa mandé a pedir que lo pusieran en el microondas y quedó perfecto. Por supuesto que mis ojos son más grandes que mi estómago (desde pequeña que me  lo han dicho) así que me comí un tercio del pastel, pero el resto, se lo comió Víctor.

Al final la experiencia no fue como recordaba, tal vez antes cuando era estudiante mi paladar de comida era menos riguroso o también puede ser que con la adultez se fue la gracia del lugar. Me inclino más por esta segunda opción. Aunque el otro día fui a darle una segunda oportunidad y el menú no me falló.

Where? Miraflores con Máximo Humbser
When? Sólo almuerzo (entre 12:30 y 16:00 hrs.)
How much? Máximo $3000 p/p con propina.

viernes, 5 de octubre de 2012

No me gusta cocinar para mí, por Tere


La última vez que terminé una relación larga, me di cuenta que no quería cocinar. Además de que me importó muy poco la comida, no tenía ganas. Eso era muy extraño. Cocino desde los 8 años.  

Mi abuela me regaló un libro de cocina que se llamaba Empezando a cocinar. Con mi hermano hacíamos comidas románticas para mis papás. Siempre me he metido en la comida de los cumpleaños y celebraciones de mi casa, y de mis amistades, y sólo me gusta el Año Nuevo cuando me toca cocinar a mí, y estoy encerrada en la cocina. Si lo pienso bien, nunca hasta ese momento había dejado de cocinar. Un tiempo después, cuando empecé a vivir sola, me puse a pensar que la causa de esto es que me cuesta mucho cocinar para mí sola. Creo que la comida es un espacio para compartir, conversar, de querer y de estar en grupo.Estuve un par de meses en ese estado de odio a la cocina y me di cuenta que estaba mejor cuando volví a ella. Mi regreso fue con una pizza. Una de las cosas que solía cocinar para todos.Y hoy escribo esto porque el sábado pasado mis amigos vinieron a comer a mi casa precisamente la receta que me sacó de mi tiempo fuera de la cocina. La receta de la masa mi pizza es muy fácil. Son seis tazas de harina sin polvo, media de aceite oliva, dos tazas de agua tibia, una cucharada de azúcar, una cucharada de té de sal y dos de levadura (si quieren ponen una y media para una masa muy fina y tres para una gruesa).Esa es la base. A veces le agrego orégano; otras, ají (como el pedazo que le tocó el sábado a la Sofí). A veces cebollín, depende de lo que uno quiera.
La pizza antes de ser devorada por mis amigos.
¿Cómo lo hago? También es simple, pero toma su tiempo. Primero, en un bol mezclo la harina con el agua tibia y el aceite, y agrego el azúcar, la sal, y la levadura. Acá agrego los ingredientes extra. Amaso con las manos hasta que la masa no se pegue, mientras voy agregando más harina. Luego, formo una pelota grande con cuidado de que no esté partida ni que tenga pliegues. A esta masa le pongo un paño encima y la dejo reposar 30 minutos en un lugar caluroso.Tras la media hora, parto la masa en cuatro, y formo cuatro pelotas nuevas. Esto debe reposar 20 minutos más. Prendo el horno para precalentarlo y en una mesa hecho harina. Aplano la masa con las manos y luego con un uslero  le doy forma de un rectángulo controlando el grosor. La voy dando vueltas para que no se pegue en la mesa y le agrego más harina. Luego la pongo en la lata del horno y con un tenedor la pincho. La masa debe estar pre cocida. Hago lo mismo con las tres masas restantes.En cuanto al relleno a mí me gusta hacer la salsa de tomates, entonces tomo dos tarros de tomate natural y vierto su contenido en una olla con sal, aceite oliva y albahaca, calentando a fuego lento sobre un tostador. Esto lo hago antes de hacer la masa. Al final si no se ha disuelto el tomate, destapo la olla, los aplasto con una cuchara de palo y lo pongo a fuego fuerte para que se evapore el agua. En verano prefiero hacerlo con tomate de la feria.El queso me gusta comprarlo en el supermercado, cualquiera que sea mantecoso, y lo rallo en mi casa (no me gustan esos quesos que vienen rallados y calculo más o menos 300 gramos por pizza)El sábado hice de varios tipos, pero mi preferida es la de roquefort y cebolla. Lo que hago es tomar la masa pre cocida, la pongo en la lata de horno, le agrego salsa de tomates (poco para que no se ablande la masa), luego el queso mantecoso en abundancia, luego roquefort en exceso que voy moliendo con las manos y cebolla morada que está frita desde antes. Eso lo meto unos ocho minutos, y listo.Finalmente como para concluir, que rico es comer en compañía. Yo creo que no me gusta cocinar sola, porque no me gusta comer sola y tengo amigas que hoy día me acompañan.



miércoles, 3 de octubre de 2012

Montañita, comida rica! por Pata

Lo mejor de Montañita definitivamente no fue la juerga interminable, los tragos baratos (aunque igual un poco sí), ni los musculosos capeando las olas en la maravillosa playa. Tampoco fueron los miles de vendedores de lentes de sol –que nos ofrecían sus ofertas cada dos segundos–, “los bebes” que aparecían como callampas por todos los rincones del pueblo, ni las pilsener bien heladas.
Un waffle grotesco, pero delicioso, como bajativo para una noche de tour gastronómico.
Lo insuperable de nuestra primera parada a través de la Ruta del Sol fue la comida y la extensa ofertas de jugos naturales y batidos.
Así, nuestro primer almuerzo en la costa fue simplemente una cuestión de estética. Cachando “0” la onda súper-surfer-carretera, evitamos cualquier local demasiado oscuro y entramos a lo que sería nuestro “must” en Montañita: Tiki Limbo.
Lo que más me gustó era el estampado animal print de las mesas-cama, donde en vez de sentarnos, debíamos sacarnos las hawaianas y estirar las piernas para saciar el hambre.
Y lo segundo que más me gustó: el guapito mesero argentino con el que practiqué mis mejores pestañeos a lo Betty Boop.
Mientras planeaba cómo ser una coqueta casual con el rubiecito trasandino, pedí un falafel –una de mis comidas favoritas– y la Muri, una ensalada César –que resultó ser bastante contundente y sabrosa.
Acompañé mi plato con un exquisito jugo de berries, y por supuesto no dudé en probar el de maracuyá pedido por mi acompañante (aclaración: me gané un elogio y una sonrisa por parte del waiter cuando la Muri, al no prestar atención al recital de sabores de jugos, preguntó nuevamente, y yo de inmediato solté el listado que mi tan buena memoria retuvo como si fuera mi número de cuenta bancaria).

“Bueno, churris, algo más?” (léase en ese argentino medio arrastrado y envolvente, no como el inentendible idioma de Joche) Y por supuesto que pedimos un cafecito rico. Yo, un macciato; la Muri, un espresso. Una de las delicias de Tiki Limbo era los buenos cafés que servían.
Tras el almuerzo más lento de mi vida –tardanza planeada cuidadosamente para alargar el momento del adiós con guapito– no hallaba qué más preguntar para que el chiquillo se acercara a la mesa; el wi fi, la cuenta, el baño, y miradas perdidas al horizonte simulando ser el relajo propio de la costa ecuatoriana… Y llegó el momento de recibir la boleta y decir adiós.
En el frontis de Tiki Limbo. Con la esperanza de que guapito argentino apareciera.
-Chao, gracias- dijimos nosotras.
-Chao chicas- se despidió guapito, quien lanzó su sonrisa radiante, como sacándole pica a mi orgullo femenino por no haber logrado conocer su nombre, pero con la satisfacción de habernos transformado en asiduas clientas por los dos días que duró nuestra estadía.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Nos vamos de vacaciones!

 
 
El blog estará cerrado hasta el 25 de septiembre, porque Pata y yo nos vamos de viaje. A la vuelta nuevas secciones, anécdotas y datos de estas trotamundos. Mientras tanto algunas sorpresas!!!


jueves, 13 de septiembre de 2012

Cómo me engañó la primavera, La Cocinería por Tere



El día en que amanecí en primavera –porque yo ilusa juraba que el 1 de septiembre era sinónimo de empezó el calors– me puse un vestido corto, pierna al descubierto, pelo recién lavado al viento y calzado veraniego.

Todo para el gran evento con mis amigas del trabajo, mi jefa y la alemana, una ingeniero comercial que vino a gestar un plan de desarrollo profesional para nuestros queridos profesionales de la oficina. Con la Gabi, mi jefa, la adoptamos y la sacamos a pasear cada cierto tiempo. Como las tres vivimos muy cerca, la llevamos a conocer barrios nuevos y a comer principalmente.

El sábado primaveral, en que yo caí en la tentación veraniega, fuimos a Alonso de Córdova con Vitacura. Ahí hay un pequeño restaurant que me encanta, La Cocinería. La decoración te transporta a la tranquilidad. Estilo provenzal, bien afrancesado y campestre.


agua y sol en la terraza!
Había ido antes con mi hermano, pero esta vez fue maravilloso porque el día nos acompañaba. Teníamos reserva en la terraza y llegamos a la hora. Pedimos unos pisco sour para celebrar nuestra reunión y un agua mineral. La alemana me acostumbró a pedir agua mineral sin gas independiente de lo que esté tomando, es como el básico de la comida, igual que el  little black dress de la moda.


Después de los pisco sour (que fueron bastante promedio) pedimos nuestro plato. Mis acompañantes pidieron un pastel de choclo hecho con carne mechada y un chupe de jaiva con camarones.Yo me las di de light y pedí una ensalada de mousse de cilantro con quínoa atomatada, queso fresco, tomate y palta.

Nunca he sido muy paciente (ya sé que debo cambiar esto porque el próximo año estaré haciendo clases a niños que claramente serán un reto para este defecto), pero esta vez no me importó esperar y fue largo el tiempo porque a la amable garzona que nos atendió se le olvidó que habíamos pedido, y tuvo que llegar 20 minutos después a reconocer esto frente a nuestra mesa. Yo pensé que la más afectada por esta situación sería la alemana, pero finalmente lo tomamos con humor y no nos dimos cuenta cuándo llegaron nuestros alimentos. Además, no había apuro.

Todo me gustó, pero si tuviera que darles medalla, la de oro se la lleva el pastel; textura suave, la carne en cocción en su punto, sabroso pino, casi perfecto porque le faltaba un poco de sal. La de plata, para el chupe, con bastante carne de jaiba, sobrada de cariño de camarones y poco relleno de pan. Mi ensalada se llevó una de bronce, casi pensando en no darle presea, porque me desilusionó el mousse. Yo me imaginaba una especie de flan formado, pero me llegó una ensalada de quínoa con un pasta de tomate, queso fresco, tomate y palta, todo muy bien presentado, con una salsa de cilantro encima. Le pregunté al mozo dónde estaba el mousse y me dijo que era esa salsa de cilantro que tenía encima. No tenía mal gusto, pero el plato dejó mucho que desear. Porque lo que yo esperaba de un mousse era algo bien distinto y no una salsa de cilantro con crema.



El pastel de oro
Finalmente no quisimos pedir postre para tomar un helado posteriormente, nos trajeron la cuenta y de regalo, por la espera, una gallinita de manjar blanco casero que aún no me como. Como estábamos cerca del Bicentenario, aprovechamos el sol para ir a pasear y también vitrinear en el camino.

Todo este adelanto primaveral me llevó a estar una semana en cama con amigdalitis aguda. Moraleja, la primavera llega cuando debe y eso es el 21 de septiembre.

Where? Av. Vitacura 3708, Vitacura. Teléfono (56 2) 933 5623

When? lunes a sábado, día y noche
How much? $11 mil por persona con propina incluida.

martes, 11 de septiembre de 2012

¿Por qué odio la piscola? por Pata

Los que me conocen jamás me verán con un vaso de piscola en la mano. Yo sé que para todo joven, y adulto-joven (grupo etario al que pertenezco desde este martes), y para harto adulto-adulto es un básico del carrete nacional (lo que me recuerda que es muy probable que desplace a la chilenísima chicha, en el ranking de lo más tomado durante este “18” eterno que disfrutaré en tierras extranjeras). Sin embargo, yo la odio.

Su sabor, y no una mala racha en una juerga piscolera, es lo que nunca he podido aprender a degustar. Y a diferencia del pisco sour –que ese sí que es un básico en mi lista de tragos– no puedo ni con medio vaso de ese elixir que transforma hasta al más bruto en un pequeño ser. No hay forma de que termine tomándola. Mmmm, bueno, sólo hay una.


El elixir de los chilenos
A veces rompo mis reglas etílicas y permito que ese líquido color tecito puro –cargado o simple dependiendo de mi rudeza esa noche– entre por mi garganta. Y eso sólo sucede on the dance floor, bailando con algún guapito en pleno plan de flirteo. Si el guapito baila bien, o hace el intento, y además me ponen reggaetón (de preferencia el Big Boss o el “Dúo de la historia”), es otra historia. 

Me entrego por completo a la clásica danza: coquetea-coqueteo-toma piscola-dame de tu vaso aunque odie este copete-seguimos bailando-hago que me encanta esta bebida.
Y a pesar de amnesia temporal, la memoria la recupero pronto porque siempre que me veo envuelta en el bailoteo piscolero siempre salgo con heridas de guerra.


Gritos, pérdida de atuendos, guapitos en fuga, o lesiones patelo-femorales (citando el término correcto) tras un hasta abajo, son algunas de las cicatrices que quedan de mis ganas de hacerme la joven chilena y tomarme una piscola.

martes, 4 de septiembre de 2012

Cuando la comida se enoja conmigo por Pata

Nota al lector: Soy yo la del problema y no significa que la comida que probemos aquí cause estos estragos.

Enferma o no, son deliciosas!
Siempre se me olvida, pero tenía que terminar en la clínica para acordarme que siempre tendré una guata débil y traicionera. Y que no importa que sea lo que coma o deje de comer, porque puede que se una inocente rebanada de pan termine conmigo tirada en la cama a merced de mi salvador: Viadil.
Ayer fui un día de aquellos –como dice Shakira (en una canción que nada tiene que ver con la comida, pero me sirve la cita). La noche del domingo ya había sufrido las consecuencias de una exquisita comida peruana, que evidentemente sólo a mí me afectó y no al resto de las cinco personas que la disfrutaron conmigo. Sin embargo, el dolor y  las molestias habían bajado durante la tarde de ayer. Pero me ilusioné.
Claramente todo se volvió terrible mientras veía como el patético de Monito le pedía como desesperado matrimonio a la pava de la Cristina. Tal vez fue eso lo que terminó conmigo en la clínica, recibiendo suero y buscapina en una vía inyectada en mi bracito, mientras buscaba algo de esperanza en el doctor. Quien obviamente creyó que era una escolar –o una veinteañera completamente inmadura– gracias a mi poco adulto pijama rosado con ositos y un arcoíris (no tuve tiempo de vestirme mejor, pero por supuesto me puse brillo labial).
Puros deja vu de la historia de mi vida: El año pasado también terminé en las mismas por culpa de unos pedazos de carne y un poco de vino. Y cómo olvidar aquel evento completamente trágame tierra cuando salía por primera vez con la familia de un ex, y fui la única intoxicada por culpa de una, sí una sola, macha a la parmesana (que jamás había probado en mi vida). Lo que obligó a que se suspendieran las vacaciones pre-Año Nuevo y regresáramos a Santiago. Si me agravaba más, morir en el litoral no sería lo mejor para mi potencial familia política que se vería demandada por la mía.
En fin. Jamás ha pasado a mayores. Pero sí he desfilado por todos los doctores que pueden existir. A los que por supuesto no creo nada, ya que mientras unos acusan a mi constante estrés de afectar a mi colon; otros, acusan a la leche de mis desajustes. Cosa imposible, porque si no estaría muerta de tanto tomar yogurt con cereales o cualquiera de sus derivados.
El problema es que cada vez que pasa mucho tiempo sin enfermar, yo creo que he evolucionado y que por fin soy digna de ser una cita normal, confío en mi buena estrella y me entrego a los placeres culinarios. Placer que se me olvida rapidito y me tiene prometiéndome “nunca más”, acostada en una camilla, recibiendo un cóctel de remedios a la vena. 
Así que ahora a puros fideitos blancos y galletas de agua, hasta que vuelva a creer en mi guata mal portada.

lunes, 3 de septiembre de 2012

“¡¿Qué no come carne?!” por Pata


Siempre que digo que no como carne me preguntan si lo hago por una creencia especial, si me dan pena las vacas o algún derivado. Y yo digo: “No. No me gusta la carne”. 
Respuesta acompañada con caras de horror de mis interlocutores. Reacción que me hace recordar a la tía Voula que puso la misma cara de tragedia cuando supo que el prometido no-griego de su sobrina Toula era vegetariano.
“Da igual, da igual. Haré cordero”, resuelve la tía, salvando a Ian del inframundo helénico de la familia griega-norteamerica Portokalos, cuyos únicos objetivos son: cocinar y hacer bebés griegos
Los días de estos inmigrantes se pasan entre el restaurant y la cocina de la casa, donde la matriarca, María, está el día entero preparando exquisitas recetas  para todo momento: para el almuerzo, para después de almuerzo, para la pena, la alegría y sobre todo, para tener la boca ocupada con algo y así evitar hablar de temas conflictivos (como el romance de la hija solterona con el súper gringo profesor).
Athina, la hermana mayor de Toula, cumple a la perfección con las tradiciones de la familia: se la pasa teniendo hijos y preparando diples.
Nico, el menor de los Portokalos, está libre de la presión marital, ya que siendo hombre nunca se le pasará el tren.
Pero la pobre Toula, sufre como hermana del medio. Nunca ha sido inteligente como Athina, ni la favorita de su padre como Nico. Y es Costas, su propio padre que le hace ver que luce vieja y que es tiempo de ir pensando en casarse. Sino, la vida en el restaurant Dancig Zorba y al cuidado de sus padres serán su futuro.
Y que tu propio padre te diga que está preocupado por tu soltería crónica es crítico. Y es lo que hace que Toula, quien siempre ha querido desarrollarse profesionalmente lejos de las ollas y las sartenes familiares, tome una decisión radical: ponerse a estudiar fuera de los dominios de los Portokalos.
Decisión que le cambiará la vida y que le permitirá conocer a Ian Miller, un profesor de secundaria, que la ama tal como es y que está dispuesto a ganarse a su conservadora familia. Sin embargo no será fácil. El guapito (el mismo maravilloso y delicioso Adan, el novio bueno de Carrie Bradsahaw en Sex & the city) es xeno (extranjero) y no será bien recibido ya que el plan por generaciones ha sido: griegos con griegos, y no griegos con no griegos.
Bautizos ortodoxos, ouzos y festines culinarios, serán las pruebas que Ian y su familia (“una tostada seca sin mermelada”), tendrán que pasar para ser aceptados en el pequeño Olimpos de los suburbios de Chicago
.
Lo que me gusta de esta comedia, es que además de darnos la esperanza de que llegue un guapito decente, capaz de luchar por nuestro amor –seamos griegas o no griegas, ni tan flacas ni tan brillantes–, nos entrega esa visión del valor de la familia en nuestras decisiones. Y lo importante que es contar con esos lazos, pero también lo importante de cortar con los mismos cuando los sueños particulares se ven truncados por una tradición que no nos deja ser libres (gracias al cielo que mi mamá hace gala de sus raíces griegas en los bailes y en lo gritona, y no en la obligación hacia su primogénita de tener que casarla o enseñarle a cocinar. Porque ni lo uno ni lo otro se ve muy posible).    

Mi Gran Casamiento Griego (2002), Joel Zwixk   
Una buena película para una tarde de domingo

"Take a Wok", o cómo rehabilité mi corazón por Tere


Cuando sufrí por amor -sí lo hice alguna vez en mi vida- me fui de viaje por las Europas. Además de llorar en los trenes, morirme de frío y no mirar a todos los buenos mozos hombres que se me acercaron, comí. Sí, comí a tal punto que subí 6 kilos, pero me hizo muy feliz.
Entre tren, llanto y frío, paré en Berlín. 
Un día llegando al metro en Alexander Platz  (la plaza principal de la Alemania Oriental), encontré un sucucho que vendía comida oriental donde se comía con palitos.
La comida: fideos de distintas variedades + distintas combinaciones de carne, pollo, verduras o tofu, por pocos euros. Me hice adicta, tanto que llegué a comerlo los 7 días que estuve en esa ciudad. Lo bueno es que era para llevar, entonces me sentaba en la plaza y miraba a la gente pasar.
Cuatro años después, en Chile, un día que fui a mi mall favorito, del que ya les he hablado, encontré Take a Wok. Un lugar que me recordó mis días de furia en la ciudad más cosmopolita que he visitado en mi vida.
Take a Wok es un restaurant de comida rápida, pero sana. ¿Extraño o no? Pero no lo es tanto. Tienen un sistema bastante especial donde uno puede ver cómo los cocineros hacen los wok mientras se espera por su plato. Además, tienen distintas opciones de menú para elegir. Primero se elige un carbohidrato, luego una proteína, 1,2 ó 3 verduras y una salsa.
La primera vez que fui pedí unos fideos de arroz + camarones + 2 verduras a elección y una salsa tai de coco. Todo eso por $4000. La verdad es que la comida estaba muy buena y Rosarito, mi hermana chica se volvió tan fanática que fue todos los días en ese fin de semana. 
El servicio fue muy rápido y el diseño de los envases y el lugar eran muy llamativos.
Me encantó tanto que volví a ir una vez que fui al cine. Salí muy tarde y aunque estaban por cerrar, me atendieron igual. Lo recomiendo mucho y espero puedan instalarse en otra parte para poder pasar a comprar y luego comer al aire libre como en Berlín.

Where? Av. Andrés Bello 2447, Providencia
When? 11:30-23:30 hrs.
How much? $5000 con bebida



Nos gusta septiembre por Tere


Mirando los estados de Facebook y Twitter de la mayoría de mis amistades (incluyendo el de mi amiga Pata), me di cuenta que a todos nos gusta septiembre. Será por el feriado del 18, la mejora del clima, los días más largos, y por supuesto el apronte de la primavera.

La cosa es que todos se vuelven más felices.
A mí me gusta septiembre porque hay excusas para comer carne y pebre a destajos,  sin culpa porque estamos celebrando. Empiezan a aparecer frutas y verduras con sabor de verdad y no con gusto a congelador. Sobre todo los tomates, tan necesarios para hacer la receta del pebre de Margarita,quien cuidaba la casa de Chanco (en otra oportunidad les contare acerca de esos “18”)
En honor a Javi Q, mi compañera en todas las andanzas voy develar el secreto. Todos creen que hacer pebre es muy fácil, pero tiene su ciencia.

Nada mejor que su buen pancito con pebre!
Ahora, los ingredientes::
4 tomates rojos (no tan maduros)
2 cebollas grandes
Un manojo de cilantro
3 Ajíes verde
Aceite
Vinagre
Sal
Limón

Pican la cebolla muy fina y la amortiguan en agua hirviendo con sal por media hora. Luego la lavan y la estrujan para quitar el exceso de agua. Mientras tanto, pican dos tomates con cáscara en cubos pequeños. Además rallan dos tomates pelados. Esto lo mezclan con la cebolla, agregan el cilantro picado bien fino y el ají en cubitos muy pequeños. Aliñan con aceite de maravilla, sal, vinagre (cualquiera menos balsámico) y limón.

El pebre tiene que fermentar. Así que lo ideal es hacerlo la noche anterior a servirlo, o en la mañana para comerlo en la noche. La gracia es que el tomate rallado le de una consistencia que permita que los ingredientes se peguen mas. 

La próxima semana nos juntaremos entre amigas a adelantar las Fiestas Patrias y a festejar el inicio de este delicioso blog.

viernes, 31 de agosto de 2012

La comensal espía por Pata


Lo que me gusta de estar obligada a almorzar sola es la cantidad de conversaciones ajenas que puedo escuchar sin culpas. Si estuviera en una cita o con una amiga, espiar a mis vecinos de mesa -que igualmente lo hago- sería una mala educación para mi acompañante (excepto si es igual de "investigador" que yo), y para los espiados. Y un doble desafío a mi capacidad (que igualmente cultivo) de prestar atención a historias paralelas.
Ayer fue un día de esos. Obligada a hacer hora para una entrevista laboral, me metí a uno de los poco lugares relativamente baratos y no-cool de Lastarria para mi almuerzo post yoga.
El menú del día: ensalada surtida+14 piezas de sushi (una mula, pero que salvaba)+jugo de melón.
Mientras esperaba, sentada al lado de dos chiquillas universitarias que conversaban con todo el relajo del mundo, comenzó mi estrategia de espía solitaria.
Saqué un texto, intentando pasar por una persona ocupada y culta a la vez, (texto que por supuesto no pasó de la primera hoja), me apoyé en el respaldo de la silla, volteé la cabeza en el ángulo correcto (algo así como unos 30º hacia la derecho y hacia abajo), y activé mis sensores.
La historia era sencilla: la amiga de una de ellas no aceptaba que básicamente su supuesto andante o algo así era un nefasto. La amiga preocupada por la situación amorosa de la chiquilla "X" le contaba a su acompañante -mientras se tomaban otro sorbo de una Corona, que "se les había subido a la cabeza"- que ya no le diría nada más a su pobre amiga polola de nefasto, porque ella ya sabía que pensaba de él y ella seguía como las tontas persiguiéndolo.
La oyente asentía a las sabias palabras de su acompañante, y yo asentía desde mi mesa, jurándome parte de un trío imaginario.
Pero, ¿quién no le ha dado esos consejos a una amiga en apuros?
Todas.
¿Y quién no ha estado, está o piensa tropezarse con una piedrota nefasta como la de la amiga de la historia?
Todas hemos sido el plato de segunda mesa o el copete after 12. 
Todas hemos dado lógicos consejos y los hemos aplicado irracionalmente en nuestra situación.
Y porque aunque nos lo prometamos mil veces nunca o casi nunca cumpliremos los amenazas de "hazte respetar", "se te van a pasar los decentes" o profecías de soltería eterna, siempre será mejor discutir sobre lo mismo con la excusa de compartir una Corona.

jueves, 30 de agosto de 2012

"Primmo", un bistró tipo neoyorquino en el downtown por Tere


Trabajo en el centro. Es como un flashback infantil de cuando mi padre lo hacía. Me acuerdo de cuando lo íbamos a ver a la oficina y nos llevaba a comer empanadas al Rápido. También de las caminatas los domingos por un centro sin oficinistas, políticos, ruido ni tráfico. El centro me produce una nostalgia de un pasado que apenas logro recordar, pero me encanta. Una infancia de edificios altos y grises, en contraste con mi casa con un jardín verde.
 Un día, buscando un lugar donde tomarme una foto para la visa (para mi viaje a Nueva York) me encontré con “Primmo”. Un pequeño restaurant en Moneda que me cautivó con su decoración de vírgenes y antigüedades, con sus murallas con dibujos en tiza y ese aire de bistró neoyorquino o francés.
Mientras pasaba por allí, me prometí que iría a almorzar un día.
Para la despedida de una compañera de trabajo fuimos a almorzar en grupo. Me fui corriendo desde la oficina para guardar mesa. Llegué justo, porque luego noté que muchas personas estaban esperando. Me atendió un tipo bastante atento quien me explicó cómo funcionaba el lugar.
Tienen un menú con dos platos diarios a elección. El menú cuesta $4500 y tienen dos opciones. Ese día tocaba una ensalada de lechuga, tomate, pimentón, repollo y zanahoria, con un couscus con nueces que tenía un gusto increíble.
La otra opción (la que elegí), una torta de papa con pollo y un arroz salvaje, que parecía un risotto con pimentón, cebolla, y queso de acompañamiento. Era muy sabrosa.
Los platos estaban acompañados por un jugo natural de té verde, miel y frutas.
 Además tomé un té, que corrió por cuenta de la casa.
Pedí una carta, pero no tenían. Mirando la vitrina me di cuenta que vendían unos postres como cheese cake de arándanos y tiramisú, bastante atractivos.
También tienen una máquina de café, y producen algunas mezclas de té.
Y si alguien no quiere comer el menú, siempre se puede pedir un sándwich.
El servicio me pareció muy bueno y rápido. Solo debo decir que en un momento me sentí presionada por irme, porque el atento mozo nos trajo la cuenta sin que la pidiéramos. Aunque no me importó mucho porque igual volveré a ir a comer a este lugar.

Where? Moneda 1214, Santiago Centro

When? Hora de almuerzo, desayunos y onces
How much? $4500 + propina




Tomates verdes fritos: el secreto de su salsa por Pata

Después de ver esta película –hace ya más de 20 años– siempre me quedaron esas ganas de probar unos ricos tomates verdes fritos. Cosa que aún no hago, y que tal vez lo tenga pendiente a propósito para mantener viva la fantasía de su sabor. Ese sabor que traspasaba la pantalla, y que me convencía de que era maravilloso.
Ruth & Idgie en el Whistle Stop Café
      Al enfrentarme nuevamente con la película, con unos años más en el cuerpo y una visión (más) crítica de las películas (y de todas las cosas en general), me sorprendí al no haber perdido esa sensación que me causó a los cinco años. Me pasa que cuando vuelvo a enfrentarme a una cinta que no veo hace tiempo, es muy probable que deje de gustarme o ponga en evidencia mi pésimo gusto en algunos períodos de mi vida (alguna vez Grease fue mi película favorita. Comprenderán porqué salió de mis top one, no así la música, y por supuesto, tampoco John Travolta).
      El film, liga dos relatos paralelos a través de los recuerdos que Ninny Threadgoode, una octogenaria que pasa sus días en un asilo, le narra a Evelyn, una mujer de 40 y tantos, con un matrimonio y vida agotados. La anciana dedica las visitas de Evelyn para relatarle las aventuras de Idgie y Ruth en la Alabama de los años 30'.
      El racismo, es uno de los ejes que cruza la historia de las protagonistas de la historia de Miss Threadgoode, quienes logran refugiarse de las discriminaciones de la época en el Whistle Stop Café. El lugar de encuentro de todos los parroquianos que iban por los deliciosos fried green tomatoes ('served hot'). Plato que será la permanente puerta de regreso al pasado de Ninny, y el umbral para que su amiga del presente, Evelyn, tome las riendas de una vida que trata de llenar de comida, en vez de vaciarla de sus problemas y temores.
      Es por  medio de las recetas y el olor a recién cocinado, que las tramas de Tomates Verdes Fritos se van tejiendo. La comida y un fuego encendido mantienen viva las relaciones humanas de las mujeres que encuentran en ella un escape, una salvación o una fuente de nostalgia.
      La lucha femenina (en toda época), el amor subyacente en una profunda amistad, incluso un asesinato, son algunas de las tantas huellas que marcan el camino de una historia –que puede resultar al borde de lo cursi, pero que no deja de tocar esas fibras sensibleras que trato de esconder– que hay que degustar y saborear como un buen plato de tomates verdes fritos.

 
 Tomates Verdes Fritos (1991), Jon Avnet
Puedes verla aquí (pero sin subtítulos)

Amo a Jamie Oliver por Tere

Hace tiempo que quería comprar un libro de cocina de Jamie Oliver, el chef inglés que se hizo famoso con su programa “The Naked chef”. Había visto varios de sus libros por Amazon, pero no estaban en español y me perturban los libros de cocina en inglés, porque aunque yo hable el idioma de la Reina Victoria, los detalles de los vegetales, los aliños y otros, hacen que uno se atrase mil años cocinando un plato fácil por culpa de la traducción.
Escuela de cocina, Jamie Oliver $37.000 (agotado)
Un día de compras fui a mi mall preferido (reconozco que me gusta ir al mall), que queda cerca de mi casa. Entré a mi librería favorita para cosas de casa y cocina, la Contrapunto, y ahí lo ví. Era el libro que estaba buscando "Jamie´s Ministry of food, Escuela de cocina: Aprende a cocinar en 24 horas”. En él, se recogen las mejores recetas de cuando enseñaba a cocinar a la gente común y corriente.
Fue amor a primera vista. Lo compré y decidí ponerme manos a la obra de inmediato.
En general, los platos son bastante fáciles de hacer. Lo mejor: el pastel de chocolate. Es una especie de brownie que en la versión british tiene una especie de manjar que yo cambié por calugas Sunny.
Después de comprarlo invité a mis amigos a comer a la casa. Puse la mesa con esmero y perfección, digno de mi amor por Jamie. Mi amiga Cristina fue la más feliz con la compra y la invitación. Además el mejor ambiente para probar nuevos platos es en compañía de los amigos.
El menú para ese día partió con una carne al horno a lo Jamie Oliver. Muy fácil de cocinar.  Prenden el horno a fuego alto. Cortan dos cebollas moradas, un pimentón y un par de zanahorias en juliana. Todo esto lo ponen en una fuente para el horno con aceite de oliva y romero fresco.
Aparte, un pedazo de lomo o filete. Lo marinan con sal gruesa y romero. Sobre la cama de verduras ponen la carne y lo llevan al horno por 45 minutos a fuego medio. Si les gusta la carne cocida lo ponen una hora. Luego la cortan con un cuchillo.
Esta carne fue acompañada con un risotto que era de creación personal (para una próxima receta) y de postre el maravilloso pastel de chocolate con helado. Por supuesto sin olvidar la compañía de un buen vino y aperitivo de mí maquina para hacer pan.
El pastel de chocolate, en el libro se llama “Megabizcocho fudge de chocolate”, es muy fácil de hacer.  Lo primero es precalentar el horno a fuego bajo, luego en una fuente mezclan (ojala con una minipimer o una batidora) 200 gr de chocolate negro rallado, 175 gr de mantequilla blanda, 120 gr de azúcar morena, 100 gr de almendras molidas, 1 cucharada de chocolate en polvo y una pizca de sal. Revuelven esta mezcla hasta que quede pareja y le agregan uno por uno los cuatro huevos y 150 gr de harina con polvos de hornear y vuelven a batir hasta formar una mezcla suave.
 Embetunen con mantequilla un pirex de tamaño mediano, y le esparcen una cucharada de chocolate en polvo, luego agreguen la mezcla y entre medio hundan los Sunny.
 Finalmente, 25 minutos en el horno y está listo. Si lo sacan, y al tocarlo con un tenedor, el brownie está blando, métanlo por 10 minutos más al horno. Eso sí con precaución porque se puede quemar.
Este pastel es tan bueno que la siguiente vez que me junté con mis amigos tuve que hacerlo nuevamente. Queda muy bien acompañado con helado de frambuesa o vainilla.
Mi mesa maravillosa!
Como el día estuvo intenso y soy una contradicción de maravillosa-pésima anfitriona, me dio sueño después de comer y sin decirle a nadie, para no embarrar el ambiente, me fui a dormir. Con esto me perdí todos los bailes posteriores y la entretenida conversación. Pero soñé con Jamie, su cocina y con conocerlo algún día. Porque de verdad siento que amo a Jamie Oliver.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Bienvenidos a todos los que disfrutan de la buena comida, los lugares para deleitar los sentidos y las películas que despiertan esas ganas por cocinar y amar.
Queremos pasarlo bien y que uds. también disfruten con nosotras.
Refresquen sus sentidos con una buena porción de Menta: comida & ideas frescas.


Cómo se cocinan las ideas: 
"Hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre mi adicción por la comida y la cocina. Así que un día preparándome para las clases de baile, le dije a mi amiga periodista que hiciéramos algo juntas. Yo ponía las recetas, el amor por la comida, las anécdotas culinarias y otras cosas, la Pata su amor por el cine, su ojo agudo de editora y su afán por probar mis delicias. Así nació este blog.
La idea es que se rían, que cocinen, que amen tanto la comida como yo, y por supuesto ¡sin culpa!"
Tere

"No sé cocinar, ni me interesa. No tengo paciencia para ver como hierve el agua, o se hornea un pedazo de carne. Pero la Tere tiene como misión lograr que me guste, y tal vez lo logre (pero soy un desafío complicado).
Lo que sí me encanta es pasear por Santiago, y como buena investigadora, descubrir lugares maravillosos y baratos que sean un escape dentro de esta agitada ciudad. Además, pasar horas viendo películas, y si estas van acompañadas de ricas recetas mejor aún.
Te invito a conocer deliciosos lugares e historias para engordar la imaginación".

Pata